El hijo de Pegaso
En el último rincón que quedaba por talar y explotar en el Amazonas, vívía un caballo pura sangre de tez marrón que tenía la extraordinaria peculiaridad de poseer dos hermosas y enormes alas, se trataba nada más y nada menos que del hijo de Pegaso. Hacía siglos que su padre había desaparecido por un desmedido castigo que le había infligido Zeus, de manera que este precioso animal se había refugiado en el pulmón verde de la madre Tierra, territorio vetado para los dioses del Olimpo. Allí el hijo de Pegaso vivía feliz alejado de la maldad de los hombres y de los dioses, allí era respetado por todas las criaturas animales, vegetales y minerales, permanecía a salvo en el Edén.
Milenios más tarde, la paz, la tranquilidad y el equilibrio fueron destruídos por la maquinaria destructiva del Hombre, la madre Tierra se encontraba muy enferma por aquel entonces, y no había ningún tipo de salvación, era el fin de una era. Y en ese afán de destrucción un grupo de granjeros brasileños se encontró el caballo alado, en medio del último bosque, estaba acorralado. Dudaron si capturarlo con redes automáticas (que desprendían altísimas descargas eléctricas) o con el tradicional y ancestral lazo. Optaron por esta segunda opción puesto que no quería estropear tan valiosa mercancía ahora que practicamente las especies animales habían sido (casi) erradicadas del planeta. Echáronle los lazos al hijo de Pegaso, y este se vio atrapado y capturado sin saber que hacer, pero olvidaba que él no era un simple jamelgo, él era el descendiente de un animal mítico, su sangre era pura como la luz de la luna, así pues agitó con todas sus fuerzas sus enorme alas, generando tal cantidad de viento energía que tumbó a sus opresores, y voló en dirección hacia el cielo de Olimpia. Buscaba ser resguardado por los dioses que antaño asesinaron a su padre, puesto que no había más alternativas. Sin embargo, por la mañana su acceso al palacio de los dioses fue denegado por el mismísimo Zeus: ¿¡qué haces aquí bastardo?! ¡tu presencia no es aceptada aquí, sólo los dioses podemos residir aquí, la destrucción del mundo nos es irrelevante, no aceptaremos intrusos en nuestros designios! ¡Márchate! Tras este duro revés el hijo de Pegaso decidió que prefería morir a tener que seguir en un mundo dominado por criaturas consumidas por el odio y la codicia. De este modo, voló y voló hasta salir de la órbita celestial, y salió fuera del planeta Tierra. Pero para su sorpresa no murió al dejar de respirar oxígeno, seguía intacto, seguía con vida.
Ante este panorama decidió que quería seguir viviendo, y de esta forma viajó durante años luz hasta la constelación de Pegaso para poder saber si allí existían otros caballos alados como él...
Cuadro de Jeff Jordan
4 comentarios
nike shox o'nine -
helena -
no me gustan
alejandra -
Jota -