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La pinacoteca de los días

Fotografía de Patrik Parenteau

Fotografía de Patrik Parenteau

Foto publicada en Praca da Republica em Beja

 

Te veo marchar como a cámara lenta. Ya sabes, como esos largos planos cinematográficos de las grandes superproducciones de Hollywood que manan todas las emociones contenidas hasta ese momento en la película, todos aquellos sentimientos que la acción o el suspense desterraban de la película hasta ese momento.

 

Te veo marchar, si, como una de esas mujeres fatales de la novela negra, pero que en esta ocasión se han apiadado del hombre que la miraba con ojos de perro vagabundo, y sólo le hiere el  corazón desde dentro, sin ningún tipo de arma blanca. Y mientras te marchas, con ese caminar sinuoso y curvilíneo que te gastas sobre el tacón, tu bolso se contonea con el movimiento de tu brazo, adelante y atrás, suavemente. Completamente seguro estoy que ahí llevas el libro. Sí, ya sabes, aquella lectura que traías bajo el brazo cuando bajaste del avión algo pálida y triste, tal y como te vas ahora, con el aspecto de un ángel caído del cielo, pero que aún le quedaban fuerzas tras tan agotador viaje para enmarcar una sonrisa. Entonces me contaste como venías  desde un lugar que ya quedaba lejano, de pasar una época. Tú nunca te quedabas en el mismo sitio mucho tiempo, y aunque seas siempre la misma, nunca vuelves con la misma imagen.  Por eso yo desconfiaba de tu alegría. Pero no notabas mi desconfianza, o quizás la ignorabas, acostumbrada a recibir eso de  las personas. Al fin y al cabo no te quedarías para siempre. Nunca lo haces.

 

Cuando entramos en el taxi tú me enseñaste el libro que traías, un nuevo título que sumar a mis recuerdos, a la estantería de mi mente que sabe guardarlos con cariño del paso del tiempo, y que se materializa cuando los localizo en cualquier biblioteca. Pero nunca compro ninguno. Cuando lo quiero recordar, cuando te quiero recordar, lo saco de la biblioteca y cuando he recordado demasiado, lo devuelvo. Leímos juntos aquel libro que traías, renglón a renglón, página a página, capítulo a capítulo, sin prisa, pero sin pausa. Reímos y lloramos, nos sentimos valientes y cobardes, extrovertidos y tímidos, duros y sensibles. Nos sentimos protagonistas una vez más, una vez al año.

 

Y ahora que estás en ese vagón, un escalofrío recorre mi nuca porque sé que relees el final del libro pálida, con un aire de  tristeza, pasividad e indiferencia que te resultan demasiado familiares. Un nuevo destino te espera,  En las últimas líneas se puede leer:

                                

“ha llegado el invierno”           

 

 

2 comentarios

nikonman -

Me lleve este texto hasta mi blog. Con referencia a la fonte. Espero que no te moleste. Gracias.

Mechanical -

Libros y mujeres, ningun@ es igual, tod@s diferentes, miles de mundos por conocer o por perdérselos.