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La pinacoteca de los días

Alma en la costumbre huyendo del sofá

Alma en la costumbre huyendo del sofá

Cuando cae la tarde, a mi alma le da por darse un paseo. Ya saben, la inercia del que ha hecho algo durante mucho tiempo, y que luego se siente inútil si no lo hace. Así es la tonta de mi alma, que me hace levantarme de donde estoy sentado para andar sin un rumbo en mi mente y por un camino trazado en mi corazón. Los sueños esperan sentados en el sofá de color verde, triste, amargado y solo a que vuelva. Yo mientras, como el buen romántico idiota al que represento, siento la deliciosa necesidad de salir detrás de mi casa, a pasear entre tierra aplastada, adoquines por colocar y aceras urbanizadas. Dos lunas me alumbran la necedad, una intensa y artificial, que está colgada de una grúa a veinticinco metros, y otra triste, como robada de su torre de cristal, colgada del cielo. Las casas a un lado y a otro de la calle aún por asfaltar están desnudas, esqueléticas, en las vigas y en las placas de cemento de la segunda planta y el techo. Sin embargo todo es lo suficientemente familiar para mi alma. Esa sensación de haberse quedado en los huesos, y al fondo unos vigilantes en una garita de plástico que escuchan en la radio un programa donde la gente hace vomitar sus almas en antena. Siente frío.

 

Sin embargo, y mientras esas ruinas del futuro me acompañan, y no por mi voluntad, sino por la voluntad de un ignorante, mi alma gusta de pasear acera arriba y acera abajo, ahora que no la ha pisado otra huella, mirando las mil gamas de violetas que se recortan contra el horizonte arbolado de cultivo tradicionalmente artificial. Y sin desentrañar el pantoné de cada trazo de ese anochecer, mi alma piensa que te encontrará allí arriba, entre los violetas que nadie puede alcanzar. El infierno puede ser la oscuridad, o un sofá de color verde, triste, amargado y solo.

2 comentarios

Jota -

Me alegro mucho que te haya gustado, significa mucho para mí :).

Wacho -

Que identificado me he sentido . . .!