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La pinacoteca de los días

Enigmas que no lo son tanto

Enigmas que no lo son tanto

Por mucho que lo intento, no entiendo nada. Por un lado, puedo mostrarme liberado y si cabe más evolucionado, pero sigue existiendo un abismo al que me asomo y hace que  todo vuelva carecer de certeza. Por mucho que lo desees no podrás ser el hombre mecánico, no podrás ocultar tus sentimientos enternamente, aflorarán aunque no quieras. Te sumes en el absurdo por no saber como jugar al juego de la vida. 

Pasa un día y fijo mi mirada en una desconocida y ella me la devuelve de forma continua y no precisamente porque parezca molesta, nadie alrededor, por un momento aquello parece un sueño, pero no tiene nada de invención simplemente es por la mañana temprano, el sol poco a poco empieza a iluminar y a pedir lo que es suyo. Pienso en actuar, pero nada pasa mi cuerpo no sigue órdenes contradictorias, o te acercas o te quedas sentado no puedes hacer las dos cosas a la vez, al menos no en la misma dimensión.   Al final, el miedo atenaza mi ser, no hay nada que hacer, no soy dueño de mí mismo, soy un pepele en manos de un monstruo que me persigue y al cual aún no he conseguido vencer, por mucho que imagine que lo liquidé.

 Llega la noche, diluido en mi tranquilidad de la miserable y supuesta quietud, surgen tus palabras vía mensaje instantáneo a través de la gran Red, me saludas y me preguntas que hago (mi rostro se ilumina con una sonrisa), te contesto con la mayor sinceridad, nada del otro mundo (como siempre). Luego me preguntas, porque no nos encontraremos por la tarde, cuando dije que seguramente lo haría, simplemente he cambiado de idea.  Más tarde, me preguntas si comeré allí, no hay motivo para ello a priori. Parece que la conversación se enfría, entonces soy yo el que te pregunta, te pregunto si lo has pasado bien, más bien lo presupongo aunque no es nada difícil de saber, tú misma lo expresas.  

3/10/06 

Al día siguiente con la claridad aún me siguen llegando algunas ideas y palabras, pero se evaporan con el paso de las horas, me sumergo en la normalidad, donde todo está calculado, sé que tampoco te diré nada hoy, seguramente nunca lo haga, la mascarada del hombre mecánico funciona, por mucho que sienta o piense, no actuaré, y esta vez el monstruo en forma de miedo no es quien gobierna sino la normalidad, puesto que no deseo ser arrastrado al abismo y el infierno en que suelen caer aquellos que viven como yo, en un mundo de paranoias y sueños de amor que chocan de forma tan violenta con el entorno monolítico llamado realidad. 

 Por tanto, ya saben el final de la historia, estas son las palabras de otra carcasa humana cuya alma muere y se diluye poco a poco con el paso del tiempo, demostrando la nula transcendencia de su existencia. 

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