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La pinacoteca de los días

Entre parada y parada, entre pantalla y pantalla transcurre mi vida. Cuando uno fluye como un elemento más que lleva las corrientes que impone el tiempo, uno se convierte en la gota agua caída durante la lluvia, en la hoja que mece el viento. El desprenderse de los lastres del pasado se convierte en una ardua tarea. Y pese a sentir estar viviendo en pos de la consecución de mis sueños, siento que no haya las luces que me indiquen el verdadero sentido de los mismos, para emprender el único y auténtico.

Ahora que mi corazón parece haber cicatrizado, puedo notar que en el proceso se ha metamorfoseado en piedra, una piedra que pide salir de su caja para caer al suelo y dejar de pesar. Ahora que la certeza de que el amor no llamará a mi puerta, quizás para siempre, no tendría porqué preocuparme de ser tachado de la lista de ese programa vital, dirigido por las cadenas de ADN que nos gobiernan. Parece que la genética no me otorgó la carcasa perfecta ni tampoco el programa más idóneo de acción de conquista amorosa. Por tanto, me veo relegado de ese proceso. Esta conclusión me aterraba y me amargaba la vida, como la sangre que se ve inundada por un veneno y no puede hacer otra cosa que dejarse vencer y lanzar señales de dolor. Esos tiempos creo haberlos dejado atrás. Sólo la actitud del guerrero que no tiene nada que perder, me permitirá sobrevivir en este caótico mundo, emanado de la mente más perversa del universo.

 

La frialdad del mundo que me rodea me empuja a luchar, a superar las barreras más canallas. La gente seguirá insultándome y mostrando desprecio, pero eso es algo que no puedo cambiar. Sólo aquellos que sean respetuosos serán mis aliados en las mejores empresas. Llega un momento en que por muchas heridas que te quieran infringir, ya no te afectan tanto, ¡ya no sangran tanto esas heridas!; algo al menos parece ser distinto. Entre los sonidos y las sombras del transcurso de las horas, fluyo como el agua, como esa agua que bendice los campos, como ese agua que da vida.


Entre aceras, edificios y el transitar de la vida

Entre aceras, edificios y el transitar de la vida

Cuando hay momentos en que la oscuridad nos corroe hasta el aliento, es ese el momento en el que es necesario despojarse de la misantropía propia del apartado-marginado, y dejarse guiar por la gracia y las ganas de vivir que te presta una mano de una risueña chica, ella será tu guía. Para tu sorpresa te descubre lugares cercanos a tu atalaya de exclusión, que tu nunca tuviste la ocasión de pisar por iniciativa propia, sólo ese pequeño hecho ya hace prometer que no habrá aburrimiento. Entonces surcando a gran velocidad de una punta a otra de la ciudad, nos paramos es momento de dejar que ella te muestre a otros compañeros de aventura, no es momento de zarandajas, es momento de ser humano y relacionarse como lo haría normal, una sensación extraña te recorre por unos momentos la oscuridad desaparece, algo de luz que se convierte como el agua para el sediento, un bálsamo necesario.

 

Nuevas caras, no es problema una fotografía mental, y estarán en mi memoria para siempre, podré reconocerles aunque sea para decirle hola en cualquier momento y lugar, ya sea mañana o dentro de 20 años; pasamos a los nombres, eso es otro cantar seguramente se borraran, sin embargo, uno de ellos se me queda grabado, es la amiga de mi guía, destaca por su gracia salerosa, transmite ganas de vivir, es momento de sonreir, esa chica me demuestra que hay esperanza en forma de mujer. De nuevo movimiento, esta vez nos desplazamos a pie, pero no hay problema alguno, el Sol nos ilumina y nos irradia energía hay que disfrutar este día. Es momento de reponer fuerzas, los suministros alimenticios son un complemento energético ideal.  Más tarde, mas trasiego, las calles se hacen laberintosas antes de llegar a la avenida, tropeles de gentes se mueven con gracilidad aún es trempano, parece como si todo el mundo quisiera fuerzas, y a la vez estar atento al canjeo de eso que llamamos dinero por bebidas espirituosas, es momento de pasar al siguiente estadio, no hay lugar para andar con elucubraciones, la acción es rápida y directa, cada uno busca el elixir más acorde a su gusto, me decanto por la milenaria bebida dorada, otros optan por una bebida más semejante a la sangre cuya combinación puede ser caprichosa.

 

Pasa un tiempo, la sombra cerca del puerto en un lugar alargado, se muestra como un lugar preferente para asistir al carnaval que pronto dará comienzo. Es momento, de despojar a los elixires de sus envolturas y transpartarlas a nuestros cuerpos, hará más llevadera la espera. Tras varias horas, centenares de carcasas humanas van copando el alargado espacio, poco a poco el tránsito de vehículos de combustión de hace más difícil, las fuerzas de control hacen acto de presencia, este tipo de actividad no está del todo permitida, pero no ocurre nada, la pseudo-anarquía deja paso al decadente carnaval humano.  Sin embargo, algo hace aquello medianamente soportable, mi guía se despoja de la máscara y asisto atónito al desplieqe de su verdadera forma de ser, no cabe duda que la calle es otra gran escuela, para aprender sobre los humanos, y más si estos nos son conocidos. Mi guía y sus acompañantes hacen divertido el parlamento, se oye cosas, fluyen historias, chistes, ideas, atracciones, en fin, algo de esperar. Pasa un tiempo, el espacio se hace minúsculo, no cabe ni un alma más, se puede colgar de una farola el cartel de completo. Desfortunadamente, unos esbirros del odio y la inferioridad se percatan de mi presencia, deben oler mi actividad cerebral más allá de los exilires y el fluir hormonal del ambiente, se percatan de que no soy un habitual, empiezo a estar en peligro. Su presencia se hace más presente, cuando se plantan ante mí y me increpan con afirmaciones bastardas, es en ese  estallo por dentro, han activado mi lado animal, mi presión arterial y mi pulso se aceleran de tal manera que se refleja en mi faz. Y cuando preveía que la lucha sería encarnizada y casi fatal, mis compañeros me hacen desistir, me advierten de que solo son unos despojos humanos sedientos de protagonismo y gresca, entonces les planto cara no me achanto, no hay nada que perder. Seguirán con su burlesca actitud durante un rato, afortunadamente su primitivismo les hace fijarse en las féminas como si estas fueras estúpidas y no se dieran cuenta de que son unos despojos. Al final, desaparecen para que esta vez, no se van con lo querían, notoriedad.

 

Finalmente, tras muchos trajines de calle arriba y calle abajo, llega la oscuridad y con ella lo grotesco, el lugar está lleno de basura, los exilires se han convertido en botes vacíos, y en ríos de líquidos negros, aquello se asemeja a una pozilga humana, es momento de partir, el experimento social ha terminado, es momento de volver a la atalaya. De nuevo, nos movemos con virtuosismo por las calles, cortadas por las fuerzas de represión, los rodeos se hacen inevitables. Finalmente llegamos a la estación donde cogeremos otro transporte esta vez de vuelta. Mi parada llega ante que la de ellos, ya que como suele, pasar soy el artista invitado, y pertenezco a un lugar distinto al del resto del grupo, me despido de ellos, no sé si los volveré a ver algún día, al menos, me queda la certeza de que mi guía volverá ante mi a la semana siguiente, con nuevas historias que le habrán sucedido, desde el momento del hasta luego en inmensa estación.  

Enigmas que no lo son tanto

Enigmas que no lo son tanto

Por mucho que lo intento, no entiendo nada. Por un lado, puedo mostrarme liberado y si cabe más evolucionado, pero sigue existiendo un abismo al que me asomo y hace que  todo vuelva carecer de certeza. Por mucho que lo desees no podrás ser el hombre mecánico, no podrás ocultar tus sentimientos enternamente, aflorarán aunque no quieras. Te sumes en el absurdo por no saber como jugar al juego de la vida. 

Pasa un día y fijo mi mirada en una desconocida y ella me la devuelve de forma continua y no precisamente porque parezca molesta, nadie alrededor, por un momento aquello parece un sueño, pero no tiene nada de invención simplemente es por la mañana temprano, el sol poco a poco empieza a iluminar y a pedir lo que es suyo. Pienso en actuar, pero nada pasa mi cuerpo no sigue órdenes contradictorias, o te acercas o te quedas sentado no puedes hacer las dos cosas a la vez, al menos no en la misma dimensión.   Al final, el miedo atenaza mi ser, no hay nada que hacer, no soy dueño de mí mismo, soy un pepele en manos de un monstruo que me persigue y al cual aún no he conseguido vencer, por mucho que imagine que lo liquidé.

 Llega la noche, diluido en mi tranquilidad de la miserable y supuesta quietud, surgen tus palabras vía mensaje instantáneo a través de la gran Red, me saludas y me preguntas que hago (mi rostro se ilumina con una sonrisa), te contesto con la mayor sinceridad, nada del otro mundo (como siempre). Luego me preguntas, porque no nos encontraremos por la tarde, cuando dije que seguramente lo haría, simplemente he cambiado de idea.  Más tarde, me preguntas si comeré allí, no hay motivo para ello a priori. Parece que la conversación se enfría, entonces soy yo el que te pregunta, te pregunto si lo has pasado bien, más bien lo presupongo aunque no es nada difícil de saber, tú misma lo expresas.  

3/10/06 

Al día siguiente con la claridad aún me siguen llegando algunas ideas y palabras, pero se evaporan con el paso de las horas, me sumergo en la normalidad, donde todo está calculado, sé que tampoco te diré nada hoy, seguramente nunca lo haga, la mascarada del hombre mecánico funciona, por mucho que sienta o piense, no actuaré, y esta vez el monstruo en forma de miedo no es quien gobierna sino la normalidad, puesto que no deseo ser arrastrado al abismo y el infierno en que suelen caer aquellos que viven como yo, en un mundo de paranoias y sueños de amor que chocan de forma tan violenta con el entorno monolítico llamado realidad. 

 Por tanto, ya saben el final de la historia, estas son las palabras de otra carcasa humana cuya alma muere y se diluye poco a poco con el paso del tiempo, demostrando la nula transcendencia de su existencia. 

Drop

Drop

¿Qué hacer cuando la vida te hace preguntas que para ti nunca han tenido sentido? Todo eso que debería ser de otra manera y que tú nunca terminas de asumir que nunca han sido ni serán (por mucho que te esfuerces o por mucho que lo intentes) de otra manera. A veces, cuando estoy sentado en el sofá verde lleno del polvo de una habitación que se vuelve grisácea y umbrosa a medida que se agota mi tiempo, siento como algo dentro de mí empequeñece, algo que debería estar junto al corazón y que ningún libro de anatomía sabe identificar. Es como si ese algo se moviera dentro y se alimentase a sí mismo de otra cosa que lo hace empequeñecer, y a su vez segregara dentro de mí una substancia amarga y triste, que se me sube por la garganta y los oídos, que me carga el pensamiento y que finalmente se me acumula en los ojos y golpea con violencia unos lacrimales que están al máximo de su capacidad. Y una gota, que muere mientras avanza, se transforma en la mensajera de ese algo que me inunda y me desborda, aquello que me recuerda que a ti no volveré a verte mañana, que a ti te he perdido y que a ti no te volveré a amar nunca más.

Alma en la costumbre huyendo del sofá

Alma en la costumbre huyendo del sofá

Cuando cae la tarde, a mi alma le da por darse un paseo. Ya saben, la inercia del que ha hecho algo durante mucho tiempo, y que luego se siente inútil si no lo hace. Así es la tonta de mi alma, que me hace levantarme de donde estoy sentado para andar sin un rumbo en mi mente y por un camino trazado en mi corazón. Los sueños esperan sentados en el sofá de color verde, triste, amargado y solo a que vuelva. Yo mientras, como el buen romántico idiota al que represento, siento la deliciosa necesidad de salir detrás de mi casa, a pasear entre tierra aplastada, adoquines por colocar y aceras urbanizadas. Dos lunas me alumbran la necedad, una intensa y artificial, que está colgada de una grúa a veinticinco metros, y otra triste, como robada de su torre de cristal, colgada del cielo. Las casas a un lado y a otro de la calle aún por asfaltar están desnudas, esqueléticas, en las vigas y en las placas de cemento de la segunda planta y el techo. Sin embargo todo es lo suficientemente familiar para mi alma. Esa sensación de haberse quedado en los huesos, y al fondo unos vigilantes en una garita de plástico que escuchan en la radio un programa donde la gente hace vomitar sus almas en antena. Siente frío.

 

Sin embargo, y mientras esas ruinas del futuro me acompañan, y no por mi voluntad, sino por la voluntad de un ignorante, mi alma gusta de pasear acera arriba y acera abajo, ahora que no la ha pisado otra huella, mirando las mil gamas de violetas que se recortan contra el horizonte arbolado de cultivo tradicionalmente artificial. Y sin desentrañar el pantoné de cada trazo de ese anochecer, mi alma piensa que te encontrará allí arriba, entre los violetas que nadie puede alcanzar. El infierno puede ser la oscuridad, o un sofá de color verde, triste, amargado y solo.

En el caos de la falta de sueño, o en el caos de la desconexión corporal a horas extrañas, estas obligan al individuo a un aterrizaje forzoso en el mundo consciente. El golpe siempre es duro, como caer desde lo más alto de un rascacielos tras haber intentado saltar a otro sin éxito. Confusión, visión borrosa, mareo y sobre todo una pregunta en la cabeza ¿donde estoy? aunque uno aparezca por defecto en el mismo lugar, este hecho no impide que la confusión y las sensaciones contrapuestas se hagan dueñas del individuo. Similar al letargo de un anfibio tras quedar congelado en época invernal y recobrar el sentido de su existencia con la llegada de la "primera verdad", o similar a la confusión del cosmonauta tras un largo proceso de criogenización, para soportar el tedioso viaje espacial más allá del planeta enano Plutón.

 

Atrás quedan los restos de la experiencia vivida más allá del territorio de los sueños, donde sólo existe una sola oportunidad, al igual que en el terreno de la consciencia. Cada viaje es único, y por tanto es irrepetible e intransferible. Y son restos, porque la experiencia de ensoñación solo se puede apreciar en su totalidad en su esfera correspondiente, en el terreno de la consciencia, la experiencia se recuerda como algo fragmentario, carente de sentido la mayoría de las ocasiones, cuyas plasmaciones visuales son borrosas como las imágenes almacenadas en un formato obsoleto de video o borrosas como los recuerdos tras una ingestión masiva de alcohol, que provoca la ralentización de la información del cerebro, y por tanto regala una experiencia falsa dentro del terreno de la consciencia.

 

Aquel que desee no despertar jamás y permanecer en la ensoñación deberá entregar a cambio, su existencia en el terreno de la existencia, cuyo retorno es muy amplio al igual que las experiencias disponibles en la misma. Debido al alto precio a pagar pocos son los individuos que se atreven a pagarlo, e intentan imitarlo con sustancias alteradoras de la consciencia, cuyos efectos son pobres imitaciones de la ensoñación eterna, que será entregada de forma automática, tras el fin de la existencia en el terreno de la consciencia. Por tanto, rogamos a los individuos que no hagan mal uso de sus estados, puesto que la inmortalidad no está reservada al ser humano, y sus consecuencias pueden resultar fatales.

 

Corazón

Corazón

Te dejaré el corazón el la mesa del escritorio. Ya, ya sé que no te sirve para nada, que nunca te llamó la atención, que te estorbará en todas partes. Ya sé que nunca quisiste de mí que te lo enseñara, al contrario, todo lo que fuera llegar a esas alturas sobraba. Esa fue la condición, la advertencia a las puertas del cielo, un pase de temporada, un final inscrito en la primera caricia, en el primer beso. Nunca me engañaste, por eso mis oídos dan la espalda a todos aquellos labios fieles que se empeñan en llamarte de todo menos por tu nombre. Tu libertinaje ha sido definido con títulos algo vulgares por la oficina, eso lo sé desde que sé que existes. Lástima que yo sea el único que nunca lo ha considerado como tal, sino como una libertad propia de una mujer irrepetible, lo suficientemente única para convivir con un hombre a largo plazo, porque ninguno, al menos todavía, ha sabido estar a tu altura. A ti, princesa, los príncipes azules se te duermen a media faena.

 

Pero lo más irónico de todo esto es que sea yo el que mejor te conozca y en ocasiones, el que mejor te comprenda. Y si digo en ocasiones, es porque si te comprendiese de verdad hubiera prolongado mi billete de ida y vuelta a solo ida, y hoy no estaría dejándote mi corazón en un papel arrugado, para no mancharte de sangre el escritorio.

Más allá de la consciencia

Más allá de la consciencia

Melodías de otra época que puedo oir hoy, melodías que llegan a mis oídos gracias al virtuosismo de unos musicos caídos de otra dimensión. Cada acorde de guitarra, cada sílaba de las líricas me transportan a donde habéis estado vosotros, más allá de la realidad, más allá incluso de la inspiración, habéis estado en el otro lado y habéis vuelto para transmitirnos la riqueza sensorial de esos mundos, que permanecen opacos en nuestra sucia y sangrienta dimensión, donde la calma, la paz y la autenticidad de las experiencias y de los seres humanos, es algo que no se puede llegar a conocer en su verdadera esencia. Por esos componentes del 'Círculo perfecto' y de la 'Herramienta', os agradezcos aportame parte de la luz de los espacios que están aún por explorar.

World Press Photo 2005

World Press Photo 2005

Es muy corriente que los bebés te pongan la mano en la boca, la mayoría de ellos lo hacen. La verdad es que no conozco la explicación científica de por qué lo hacen, pero yo creo que es porque les llama mucho la atención que movamos los labios tan deprisa cuando hablamos, y claro, eso ellos lo quieren tocar. Eso es lo que tendría que estar pasándole a esta mamá de África, que sería como todas las demás si no fuera porque en sus ojos se puede contemplar la observación de un mundo injusto para una tierra tan buena como cualquiera, con unas personas tan dignas como cualquiera de las que vive en el primer mundo. Porque Tahoua, Nigeria, un uno de Agosto de 2005 es tan parte de la tierra como puede ser Nueva York, París, Roma o Londres, ese mismo día. Incluso un día triste en el que tienes que llevar a tu hijo al médico.

 

World Press Photo. Photo of the Year 2005- Finbarr O'Reilly, Canada, Reuters
Mother and child at emergency feeding center, Tahoua, Niger, 1 August

El ángel se cansó de ser bueno (Fallen Angel)

El ángel se cansó de ser bueno (Fallen Angel)

Y ángel se cansó de la bondad, del amor, y de los mensajes que enviaban quienes falsamente decían verle. Aquel ángel se había caído del Cielo cuando le dijo a Dios, que dejaba su trabajo, que no deseaba seguir con aquel sucio trabajo. Él conocía a Dios, era su jefe y sabía de lo que era capaz, sabía que existía, su realidad era palpable, pero se preguntaba porqué dejaba que fanáticos y gentuza usara su nombre para justificar lo injustificable, y lo que era más mortificante cómo permitía que se pervirtiera y manipulara el mensaje que él y su hijo predicaron. Dios le respondió que era el libre albedrío lo que permitía esas atrocidades, sin embargo, esa repuesta no le gustó al ángel y le mandó de muy mala manera a hacer puñetas. Tras esta acción fue descendido ipso facto a la Tierra, y debía dar gracias de haber sido enviado al Infierno. Dios mostraba su cara más iracunda, su parte más desagradable.

 

El ángel lejos de sentirse entristecido por lo sucedido, se alegró de haber tomado aquella decisión tan radical, porque estaba cargada de honestidad. Todo esto sucedió al despertarse, estaba tirado en una calle aledaña a la Alameda de Sevilla. Era sábado y era un gran día, por primera vez en 20 años se permitía al grupo de anarco-punk 'Los muertos de Cristo' tocar en la capital. Para festejar ese gran concierto, mucha gente se dirigió a la Alameda, para tomarse unos buenos litros de cerveza, y con unos buenos 'lotes' se brindaba por la buena música y por la libertad de expresión. Ante la algarabía y el ruido, el ángel se adentró en la plaza, miraba a la gente y la gente le devolvía el gesto, aún conservaba sus alas, aunque ahora tenían un aspecto mugriento, por lo demás su aspecto era como el de cualquier joven de principios del siglo XXI. Provocó las risas de muchos, otros incluso le agredieron, sin embargo, un grupo de góticos le vieron y le dejaron compartir con ellos los 'manjares' de los cuales disponían. Le dejaron por el mero hecho de tener una aspecto distinto, ellos sabían de que iba el tema. Pero la conversación no iba con él, hablaban de cosas terrenales que él por supuesto se había perdido, así que cogió el litro que le habían dado, y se largó a una esquina apartada, en unas de las sinuosas calles que rodeaban a la plaza. Allí sentado en un portal, en un rapto de desesperación se intentó arrancarse las alas, pero era inútil estaban unidas a su espinal dorsal, de hecho, el intento de arrancarlas le provocó unas pequeñas heridas de la que emanaba sangre, aunque esta no tenía el característico color rojo de la sangre humana, esta era negra, muy viscosa y muy maloliente. Sabía que se había convertido en un semi-humano mortal, y encima marginal, pero al menos se consolaba con el hecho de saber que se había enfrentado a Dios. Desde aquel momento, el ángel se cansó de ser bueno, "me llamaré Fallen Angel" dijo autosuficiente. Desde aquel día en su cara se vía reflejada la incongruencia de la existencia humana y celestial, desde aquel día supo que no existía más oscuridad que la que uno mismo se podía crear. También le caía una lágrima por la mejilla, sabía que Dios no era más que un cuento, que habían introducido en su mente intencionadamente para evitar en la medida de lo posible su miedo a la muerte.

Graffiti de Bansky.

El hijo de Pegaso

El hijo de Pegaso

En el último rincón que quedaba por talar y explotar en el Amazonas, vívía un caballo pura sangre de tez marrón que tenía la extraordinaria peculiaridad de poseer dos hermosas y enormes alas, se trataba nada más y nada menos que del hijo de Pegaso. Hacía siglos que su padre había desaparecido por un desmedido castigo que le había infligido Zeus, de manera que este precioso animal se había refugiado en el pulmón verde de la madre Tierra, territorio vetado para los dioses del Olimpo. Allí el hijo de Pegaso vivía feliz alejado de la maldad de los hombres y de los dioses, allí era respetado por todas las criaturas animales, vegetales y minerales, permanecía a salvo en el Edén.

 

Milenios más tarde, la paz, la tranquilidad y el equilibrio fueron destruídos por la maquinaria destructiva del Hombre, la madre Tierra se encontraba muy enferma por aquel entonces, y no había ningún tipo de salvación, era el fin de una era. Y en ese afán de destrucción un grupo de granjeros brasileños se encontró el caballo alado, en medio del último bosque, estaba acorralado. Dudaron si capturarlo con redes automáticas (que desprendían altísimas descargas eléctricas) o con el tradicional y ancestral lazo. Optaron por esta segunda opción puesto que no quería estropear tan valiosa mercancía ahora que practicamente las especies animales habían sido (casi) erradicadas del planeta. Echáronle los lazos al hijo de Pegaso, y este se vio atrapado y capturado sin saber que hacer, pero olvidaba que él no era un simple jamelgo, él era el descendiente de un animal mítico, su sangre era pura como la luz de la luna, así pues agitó con todas sus fuerzas sus enorme alas, generando tal cantidad de viento energía que tumbó a sus opresores, y voló en dirección hacia el cielo de Olimpia. Buscaba ser resguardado por los dioses que antaño asesinaron a su padre, puesto que no había más alternativas. Sin embargo, por la mañana su acceso al palacio de los dioses fue denegado por el mismísimo Zeus: ¿¡qué haces aquí bastardo?! ¡tu presencia no es aceptada aquí, sólo los dioses podemos residir aquí, la destrucción del mundo nos es irrelevante, no aceptaremos intrusos en nuestros designios! ¡Márchate! Tras este duro revés el hijo de Pegaso decidió que prefería morir a tener que seguir en un mundo dominado por criaturas consumidas por el odio y la codicia. De este modo, voló y voló hasta salir de la órbita celestial, y salió fuera del planeta Tierra. Pero para su sorpresa no murió al dejar de respirar oxígeno, seguía intacto, seguía con vida.

 

Ante este panorama decidió que quería seguir viviendo, y de esta forma viajó durante años luz hasta la constelación de Pegaso para poder saber si allí existían otros caballos alados como él...

 

 

Cuadro de Jeff Jordan

Fotografía de Patrik Parenteau

Fotografía de Patrik Parenteau

Foto publicada en Praca da Republica em Beja

 

Te veo marchar como a cámara lenta. Ya sabes, como esos largos planos cinematográficos de las grandes superproducciones de Hollywood que manan todas las emociones contenidas hasta ese momento en la película, todos aquellos sentimientos que la acción o el suspense desterraban de la película hasta ese momento.

 

Te veo marchar, si, como una de esas mujeres fatales de la novela negra, pero que en esta ocasión se han apiadado del hombre que la miraba con ojos de perro vagabundo, y sólo le hiere el  corazón desde dentro, sin ningún tipo de arma blanca. Y mientras te marchas, con ese caminar sinuoso y curvilíneo que te gastas sobre el tacón, tu bolso se contonea con el movimiento de tu brazo, adelante y atrás, suavemente. Completamente seguro estoy que ahí llevas el libro. Sí, ya sabes, aquella lectura que traías bajo el brazo cuando bajaste del avión algo pálida y triste, tal y como te vas ahora, con el aspecto de un ángel caído del cielo, pero que aún le quedaban fuerzas tras tan agotador viaje para enmarcar una sonrisa. Entonces me contaste como venías  desde un lugar que ya quedaba lejano, de pasar una época. Tú nunca te quedabas en el mismo sitio mucho tiempo, y aunque seas siempre la misma, nunca vuelves con la misma imagen.  Por eso yo desconfiaba de tu alegría. Pero no notabas mi desconfianza, o quizás la ignorabas, acostumbrada a recibir eso de  las personas. Al fin y al cabo no te quedarías para siempre. Nunca lo haces.

 

Cuando entramos en el taxi tú me enseñaste el libro que traías, un nuevo título que sumar a mis recuerdos, a la estantería de mi mente que sabe guardarlos con cariño del paso del tiempo, y que se materializa cuando los localizo en cualquier biblioteca. Pero nunca compro ninguno. Cuando lo quiero recordar, cuando te quiero recordar, lo saco de la biblioteca y cuando he recordado demasiado, lo devuelvo. Leímos juntos aquel libro que traías, renglón a renglón, página a página, capítulo a capítulo, sin prisa, pero sin pausa. Reímos y lloramos, nos sentimos valientes y cobardes, extrovertidos y tímidos, duros y sensibles. Nos sentimos protagonistas una vez más, una vez al año.

 

Y ahora que estás en ese vagón, un escalofrío recorre mi nuca porque sé que relees el final del libro pálida, con un aire de  tristeza, pasividad e indiferencia que te resultan demasiado familiares. Un nuevo destino te espera,  En las últimas líneas se puede leer:

                                

“ha llegado el invierno”           

 

 

Art of the future today

Art of the future today

Bandas como Bad Religion, Nirvana y en especial Tool han tenido el privilegio de contar con el talento de Alex Grey una de las figuras más importantes del arte psicodélico hoy en día. En el caso de In Utero, Nirvana sorprendió al mundo con un gran album el mejor de su meteórica y truncada carrera, sin embargo, el disco no estaría tan considerado como una de las piezas claves de los años 90, si no fuera por la portada. Pero lejos de ser algo anecdótico, Alex Grey ha trabajado con Adam Jones el guitarrista de Tool, en la creación de los artworks de los discos Lateralus y 10,000 Days.

Más info en asap

El grito de Munch.

El grito de Munch.


Decido abrir hoy por primera vez esta galería con un recién llegado, como ella misma. Un recién llegado que vuelve de la muerte, cuando algunos pensaban que ya sólo era cenizas. Quizás sea el cuadro que más me transmite, aunque no esté concebido para ser contemplado continuamente. Puede llegar a perturbar demasiado.